Aquí pongo unos fragmentos del libro en los que hablo de esta buena experiencia:
Finales de octubre del 2007
¡Me acaban de llamar del departamento de comunicación de la ONCE diciéndome que de aquí a dos semanas, el 11 de noviembre, van a entregarme el Premio a la Superación personal! Al principio pensaba que era una broma, pero no, ¡es verdad! Al preguntarles quién ha decidido eso, la chica ha empezado a citarme un montón de nombres de gente de medios de comunicación, de la ONCE y de entidades de personas con discapacidad.
¡Vaya sorpresa, pero si llevo poquísimos meses afiliado! Que me hagan este reconocimiento me ha emocionado muchísimo porque significa que lo estoy haciendo bien, que poco a poco me estoy recuperando y que los demás están viendo mi evolución. ¡Qué contento qué estoy! Venga, ¡más vitaminas gratis! La chica de prensa me ha dicho que me vista de gala porque posiblemente vendrá alguien de la familia real y asistirá el President de la Generalitat, diversos cargos del Parlament y muchos medios de comunicación. ¡Ya estoy nervioso sólo de pensarlo!
¡Voy a llamar a mi jefa de los bomberos, Olga Lanau, y a mis compañeros del parque de Santa Coloma para contárselo ahora mismo!
La verdad es que este mes que hace que he venido de vacaciones he pasado mucho tiempo en la sede de la ONCE en Plaza España. De alguna forma u otra he logrado combatir el estrés post-vacacional y el agobio de volver a estar en Barcelona con todos mis amigos trabajando, haciendo las actividades que ofrece este centro. Aquí no hay tiempo para aburrirse, hay de todo: un restaurante con precios asequibles, una piscina de competición vigilada por monitores videntes, un gimnasio, un polideportivo donde ya he ido a pegarle unos cuantos chutes a la pelota, un campo de fútbol con césped artificial en el exterior… Además de todos estos equipamientos, en el edificio también está la escuela para jóvenes, una biblioteca con un montón de libros en Braille y locutados y muchas aulas donde por las tardes realizan actividades de todo tipo: cursos de salsa, informática, inglés, guitarra, literatura… Además de estos cursos, cada día hacen talleres, donde los adultos se juntan para jugar al dominó, al ajedrez o incluso, ¡hasta a las cartas! Vamos, ¿Quién dijo aburrimiento?
Yo de momento, me he volcado en la piscina para seguir con el ritmo que he cogido este verano y mantenerme en forma. Desde que estoy apuntado, he ido por lo menos cuatro veces por semana. ¡Y qué bien me sienta! Después de nadar, normalmente me quedo a comer allí y luego por la tarde voy a clases de mecanografía, en las que me pongo unos cascos y tengo que repetir los sonidos y las palabras que me dicen. Ahora por las noches, me gusta escuchar los libros que me prestan. Eso de que te den un libro hablado es una pasada, ya que además de fascinarme igual que un libro escrito, me hace compañía.
El primer día que entré en la ONCE me di cuenta de que allí todos los que estamos tenemos nuestra propia historia y de que mi caso es uno más de entre otros, ya que no sólo hay ciegos de nacimiento, sino que también personas que perdieron la vista a causa de un accidente de tráfico o de una enfermedad degenerativa. De momento, estoy muy contento de haberme apuntado aquí porque me gusta el ambiente agradable, atento y de amor que se respira en este edificio. Aquí, la gente viene a trabajar, a superarse día tras día, a coger confianza con la oscuridad. Y de momento, todos los que he conocido me han dado la impresión de ser gente buena, sin tonterías, con buen humor y sobre todo, con ganas de ayudarte. Aquí, los afiliados no te explican lo que les ha pasado, sino que te cuentan cómo puedes saltar o rodear los obstáculos, conseguir lo que quieres o encontrar trabajo. Por eso me sorprende que con todas las historias de superación que debe haber en este centro, me hayan escogido precisamente a mí…
Mediados de noviembre del 2007
Ayer por la noche fue la entrega de los premios de la ONCE y lo pasé fenomenal.
Como una estrella, llegué en mi taxi, conducido por mi amigo bombero Andrés Fairen, hasta el hotel Don Juan Carlos I de Barcelona, vestido con el traje de gala de la Generalitat, bordado en oro y con el escudo de Cataluña en la solapa y de los bomberos en la manga. Madre mía, con ese traje por un momento me sentí el jefe de los bomberos de Cataluña… Cuando me dieron la noticia, pedí a mi jefa de los bomberos que ese día quería ir bien vestido y enseguida me envió al Corte Inglés a que los modistos de allí me hicieran el traje a medida. Acompañándome en esta ocasión tan especial, estaba Carla, vestida guapísima para la ocasión, con un traje nuevo que se había comprado. Nada más bajar de mi Passat, sentí el destello y el ruido de los flashes que por primera vez en mi vida, ¡eran para mí! Vaya sensación, ¡no sabía ni qué cara poner para la foto! Enseguida, alguien de la ONCE me llamó y me llevó para dentro del recinto, tratándome como si fuera Ronaldinho o alguien famoso; y yo, feliz como unas pascuas, lo acompañé, dejándome llevar por el esplendor y el placer de sentirme el protagonista de algo en un momento. Después de atravesar medio hotel, me llevaron a una sala en la que estaban los diez más que iban a ser premiados, para hacernos la foto de la noche.
En esta cuarta edición de los Premios a la Solidaridad y la Superación, la ONCE además de elegirme a mí como ejemplo de superación, también ha sido premiado al piloto de motos Isidre Esteve, que en marzo tuvo una caída que lo dejó en silla de ruedas; Cecilia Evouna, que tiene un proyecto para niños ciegos en Camerún; el actor y director de cine y teatro Albert Espinosa, por incluir en sus guiones a personajes con discapacidad; la maestra de educación especial Dolors Comerma, por adoptar a una niña con síndrome de Down; el fallecido Candi Villafañe por su aportación en proyectos para personas con discapacidad; el cura Manel Pousa, más conocido como Pare Manel, por sus proyectos de infancia y juventud y su trabajo en la cárcel; la periodista Montse Pous, que sufre una distrofia degenerativa muscular del 100% y presenta desde hace tres años en Catalunya Informació el programa “Superant Obstacles”; la Universitat Politècnica de Catalunya por su trabajo para mejorar la integración de estudiantes con discapacidades; la Fundació Ulls del Món (Ojos del Mundo) por operar en países subdesarrollados a personas con deficiencias visuales; y la Fundació Ared, que trabaja para conseguir la integración social y laboral de personas con alto riesgo de exclusión social.
La ceremonia empezó a las ocho y media en la sala de actos del majestuoso hotel, de la mano del periodista Antoni Bassas. Y aprovechando que ya lo conocía por la entrevista que me había hecho en Catalunya Radio y que me llevaba bien con él, le pedí que cuando me llamara para recoger el premio, se saltara el protocolo y me dejara dar unas palabras de agradecimiento a todos los de la ONCE. Al entrar a la sala, me dijeron que me llamarían el último, que un señor vendría a recogerme a mi mesa para acompañarme hasta el estrado y que allí tan sólo tendría que coger el galardón que me entregaba Enric Botí, presidente del Consejo Territorial de la ONCE en Cataluña.
Después de una larga presentación y de entregar los premios a todos, llegó mi turno. Antoni Bassas empezó a relatar al público lo que pasó aquel 12 de enero del 2006 y a explicar los años que llevaba en el cuerpo, acompañado de una proyección audiovisual con imágenes de la tragedia y del reportaje que me hizo TV3 en el campo del Barça. Cuando dijo mi nombre, me levanté y todos se pusieron de pie y empezaron a aplaudir. Mientras me acompañaban hasta el estrado, hice un gran esfuerzo para no ponerme a llorar de la emoción ahí en medio; fueron sólo unos 30 metros a recorrer, en los que toda mi historia se me pasó por delante, mientras la gente me aplaudía y me animaba. Qué sensación… no podía creérmelo, ¡todos los que estaban allí me estaban dando una ovación! Después de recoger el premio, noté que el guía me agarró del brazo para volver al asiento, pero yo puse resistencia y miré a Antoni Bassas (bueno, más bien al bulto que vi de él…). Entonces, el periodista dijo: “vine Triki, vine” (ven Triki, ven). “Señoras y señores, este hombre un día vino a mi programa y me colapsó la centralita de Els Matins de Catalunya Ràdio de llamadas y correos, felicitándole por el trabajo que hacen los bomberos y dándole fuerzas para su recuperación. Ahora Triki quiere deciros algo”. Al coger el micro, con la voz entrecortada como una oveja y el pulso temblándome a una velocidad descomunal, dije un mensaje breve, pero conciso: “Gracias ONCE. Creo que a partir de ahora no sólo habéis ganado un amigo, sino 1.800, que son los bomberos de la Generalitat, ya que este premio es una forma de reconocer nuestra labor. Una vez más, Muchas gracias por valorar el trabajo que hacemos”.
Después de la entrega de premios, cené de maravilla en el mismo hotel, en una mesa compartida con el rector de la Universitat de Lleida, Joan Viñas el presidente del Consejo Territorial de la ONCE, Enric Botí, y su delegada en Catalunya, Teresa Palahí, varios responsables de la organización, algún representante de la Generalitat y Carla, guapísima, sentada a mi lado.
Tras 22 meses del accidente, estoy asombrado por todo lo que me ha pasado y lo rápido que dicen que me estoy recuperando, aunque para mí, esto de rápido no tiene nada de nada… Este premio me ha calado muy hondo porque ha sido un aplauso a todo el trabajo que llevo haciendo día a día desde aquel maldito 12 de enero.
[Estos son dos fragmentos del libro donde cuento mi experiencia. En este link se puede ver la nota de El País sobre los premios]